LA COCINA DE LOS FILIBUSTEROS
Cuando pensamos en los filibusteros, solemos imaginarlos mascando bazofia groseramente o bebiendo a agua estancada en sus barcos perdidos en la inmensidad de las aguas del Caribe, durante su interminable espera a que pasasen galeones cargados de oro y plata…
35,00€
Detalles producto
Autor | LE BRIS, MÉLANI |
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ISBN | 978-84-261-3940-5 |
Páginas | 192 |
Edición | 01 |
Fecha de edición | 01/11/2012 |
Año | 2012 |
Idioma | Castellano |
Formato | Rústica |
Estado | 3 |
Sinopsis
Cuando pensamos en los filibusteros, solemos imaginarlos mascando bazofia groseramente o bebiendo a agua estancada en sus barcos perdidos en la inmensidad de las aguas del Caribe, durante su interminable espera a que pasasen galeones cargados de oro y plata o, sino, embotándose con alcoholes adulterados en los cuchitriles de la Tortuga, Petit-Goâve, en Haití, o de Kingston, Jamaica, más ocupados en devastar todo lo que encontraban a su paso, en orgías y pillaje que en una cocina refinada. ¡Nada más lejos de la verdad!
¿Por qué llamar a esta cocina caribeña, cuando podríamos denominarla también de los piratas o filibustera? Esta cocina no es solamente el producto de los indios presentes en la época de la conquista, sino también el producto de un mestizaje de influencias muy diversas: india caribeña, africana, francesa, inglesa, holandesa, española, cuyo crisol, el único, de principios del siglo XVI a mitad del siglo XVIII, fue, de hecho, el filibusterismo. Durante los primeros tiempos de la conquista, los españoles no se preocuparon demasiado de los indios que explotaban y aún menos de sus costumbres o de sus tradiciones culinarias nativas. Y cuando los esclavos africanos vinieron a las plantaciones de Cuba y la Española a remplazar a los indios exterminados, los colonos españoles igualmente también se las ingeniaron para guardar las distancias esforzándose en recrear, o al menos imitar, a las clases pudientes de la sociedad española en sus costumbres, sus formas y su cocina.
HIPPOLYTE supo plasmar lo esencial del relato en empatía con el autor, pero aún más a través de una red de homenajes a los grandes maestros la ilustración, Howard Pyle, N.C. Wyeth y le restituyó maravillosamente su dimensión propiamente onírica. En este álbum ha sabido encontrar un equivalente moderno a los grandes ilustradores de la piratería; sin embargo los tesoros que transportan esta vez, en lugar de monedas de ocho reales o piedras preciosas, son frutas, legumbres, alcoholes ardientes, boucans deliciosos. Ciertamente, esta cocina fue el verdadero tesoro de los filibusteros.