11 maneras de comer una ensalada
Pero la familia Simpson, pese a su sentido del ritmo, no tenía razón. Una ensalada puede ser lo único que tu cuerpo admita una lánguida tarde de agosto, puede convertirse en la puerta a otras gastronomías e incluso puede hacerte ganar un famoso concurso de cocina.
Es un plato con muchos haters porque en la cultura popular nos han inculcado siempre que verde = malo. Esa asociación sólo merece la pena si te lleva a mantener cruzadas épicas contra un monstruo-acelga como en Calvin y Hobbes, pero en los demás casos, a la basura con ella.
No subestimemos a la ensalada: es nutritiva, ubicua, acoge casi cualquier ingrediente y sabe esconderse bajo los disfraces más curiosos. ¿Quieres encajar la ensalada en tu dieta pero te repugna la lechuga iceberg y no conoces más opciones?
Sírvete alguna de nuestras 11 maneras de comer una ensalada:
En un buddha bowl
Cambiar el formato y comer lo mismo de forma vistosa, colorista y con un nombre evocador es un estímulo psicológico nada despreciable. El buddha bowl en su versión ensalada ordena por forma o colores una variedad gigantesca de vegetales crudos o, como mucho, blanqueados. Estas ensaladas sí que merecen ser fotografiadas y no las que hacen bromas.
En un bento
Otro recipiente donde disponer los ingredientes de forma bonita. Muy bonita, porque con el bento entra también, irremediablemente, el imperativo de lo cuqui. Cortar el huevo duro en forma de margaritas, soles o la cara de Hello Kitty va más allá del incentivo psicológico: es una auténtica devoción a la monería.
En un rollito
La cocina oriental, y en concreto la vietnamita, gozan de una larga trayectoria envolviendo ensaladas para comerlas con las manos. Hay versiones fritas o al vapor, pero los rollitos que más conservan su esencia de ensalada son los elaborados con hojas de papel de arroz humedecido. La tradición es rellenarlos con verduras frescas y crujientes y proteína de sabor suave y mojarlos en salsa especiada. Aquí tienes la receta para hacer en casa.
En hojas de endivia
Que la hoja verde o violácea de la endivia sea lo suficientemente consistente como para convertirse en la base de rellenos tipo canapé es uno de los mayores argumentos a favor de que la naturaleza es sabia. Podemos rellenar esta cuchara vegetal con lo que más nos apetezca y podemos seguir llamándolo ensalada.
En la cáscara de moluscos
Y seguimos con el finger food: pica unas cuantas hortalizas de verano en trozos diminutos, acompáñalas con alguna hoja verde de pequeño tamaño como los canónigos o los berros y embútelo en la cáscara de un mejillón (junto al propio mejillón ya cocinado, se entiende). Es una cuestión de proporción: si lo que descansa sobre el mejillón son unos trocitos de cebolla semiinvisibles tendremos un mejillón con picadillo, pero si lo que asoma entre los bordes negros de la cáscara es prácticamente un vergel… hemos vuelto a conseguirlo.
En forma líquida
No nos referimos a un gazpacho o una sopa fría de verduras (aunque también podría valer) sino al concepto de ensalada líquida. Es un tipo de ensalada que rebaja el sabor y aumenta la cantidad de su aliño gracias a los zumos de frutas hasta bañar sus ingredientes sólidos en un caldito jugoso y refrescante. Si odias el verano porque te obliga a abandonar tus amados platos de cuchara, siempre hay razones para el optimismo.
En un tupper
De acuerdo, no es una forma muy novedosa de comer nada. Pero que una ensalada aguante en condiciones dentro de la fiambrera tiene su intríngulis. Como norma general, debemos respetar lo de no aliñarla hasta justo cuando nos la vayamos a comer. También es cierto que no es lo mismo una ensalada de hortalizas y pasta, comida todoterreno donde las haya, que una delicada mezcla de hojas verdes, hierbas aromáticas y mayonesa casera, ingrediente este último que, si lo evitas en la comida que vayas a trasladar, mejor.
En versión molecular
Por supuesto que es posible comerse una ensalada compuesta por una tierra de aceitunas, tomates gelificados, una espuma de albahaca y perlas de vinagre balsámico. Lo que no es es habitual. Ni barato tampoco.
En crudités
Pocos picoteos hay más adictivos que los dips, estas salsas densas o patés ligeros en los que hundir sin parar alimentos sólidos a modo de recipientes. El problema es que esos “recipientes” suelen estar hechos de hidratos de carbono de absorción rápida, subsección “hasta las trancas de sal”. De modo que, para esquivar esa carga de insalubridad, empezó a tomarse la costumbre de untar palitos de zanahoria cruda en aperitivos tan deseables como el guacamole, el hummus, la salsa de queso o la creme fraîche con hierbas… ¡y no los desmerecía en absoluto! Así que, si nos hacemos con una variedad sustancial de hortalizas crudas más o menos consistentes, las limpiamos bien y las cortamos en bastoncitos, nos habremos hecho con un buen manojo de crudités para dipear que bien podrían parecerse a… una ensalada.
En el postre
Rematar una comida con fruta quizás no sea la opción más golosa que se nos podría ocurrir, pero desde luego sí la más saludable. Además, hay mundo más allá de la pieza de fruta monda y lironda. Mezclando tres o cuatro variedades de fruta peladas y a trozos con alguna hierba aromática compatible, como la menta o la albahaca, podemos conseguir una ensalada de frutas muy resultona. Y, si queremos proseguir el ritual de la ensalada (y animar un poco la cosa, para qué nos vamos a engañar), podemos aliñar sustituyendo la sal por azúcar o canela, el aceite como elemento graso por nata o aguacate batido y el vinagre por zumo de naranja… o no sustituirlo en absoluto. ¿Nunca has probado las fresas con vinagre?
En la pizza
Y reservamos para el final la opción más atroz (bueno, o no; tampoco queremos juzgar a nadie): la ensalada en pizza. Una base de pizza horneada en forma de cuenco que recoge lechuga, cebolla y, a lo mejor, cosas fritas. Sí, probablemente es esa que estás pensando. No, a nadie le pareció la mejor idea.