El misterio del Chateu d´Yquem
¿Por qué es tan valioso y tan diferente?
El misterio del Chateu d´Yquem es realmente un misterio por varias razones: porque es el producto de un desastre natural, algo que no puede reproducirse ni imitarse por ningún medio.
El misterio del Chateu d´Yquem. Probablemente, la botella mas valiosa de la colección del restaurante Atrio, robada la pasada noche, está ya en manos de quien la encargó.
¿Que hará con ella? ¿Especular con el precio, bebérsela, contemplarla en el altar mayor de su bodega tras la puerta de una caja fuerte…..? Depende del valor que le dé a cada placer: el dinero, la contemplación, la sensualidad del paladar, el lucimiento del poder…
Para Atrio, y sobre todo para José, su bodega, vino a vino, ha sido la búsqueda y la consecución de un sueño hecho de deseos, de subastas, de riesgos, de cuidados sin fin. Son el placer del bebedor, por supuesto, pero engarzada con la pasión del coleccionista. Y para los coleccionistas el valor de sus piezas, solo se puede medir en satisfacción íntima.
Sin embargo Chateu d’Yquem es un valor universal, porque su naturaleza es irrepetible y está en el fondo de su historia y forja la materia de cada botella de cada cosecha.
¿Por qué es tan valioso y tan diferente?
Porque es el producto de un desastre natural, algo que no puede reproducirse ni imitarse por ningún medio.
Pero el misterio del Chateu d´Yquem son sus uvas – Semillón, Sauvignon Blanc y Mouscadet– que nacen en una zona de la región de Burdeos regada por el impresionante rio Garona y su afluente el Cirón, corto, pero tan caudaloso como son todos los ríos franceses. Eso significa mucha agua y con ella mucha humedad en el aire y en la tierra, en el ambiente de 5 pueblecitos que componen la Denominación a la que dan nombre dos de ellos: Sauternes y Barsac.
Como bien saben los agricultores, la humedad es un peligro para sus plantas, porque es el medio ideal para el desarrollo de hongos y plagas variadas. En el caso de la vid, uno de sus mayores enemigos se llama Botrytris y medra envuelta en las nieblas de la noche que ni siquiera se disuelven los días sin viento. El hongo se aferra a las uvas a fin de verano y aparecen como cubiertas por ceniza, por eso se llama Botrytis Cinerea. Esa cubierta seca los granos, los convierte en feas pasas.
Es una infección muy difícil de tratar, de modo que durante muchos siglos, con espíritu ahorrativo, se eliminaban a mano las uvas infectadas antes de elaborar el vino.
Chateau d´Yquem, la finca mítica
Uno de los viñedos históricos de la zona es la finca Yquen, desde 1593. La viña está en un cerro y ocupa unas 100 Hectáreas con tan baja producción que, por promedio, de cada cepa sale apenas una botella.
Cuenta la leyenda que uno de los sucesivos herederos, a mediados de 1.800 se fue a cazar a Rusia y tardó en regresar, de modo que la vendimia se retrasó y todas las uvas se infectaron, y como no podía separarlas, para no reconocer su error, las elaboraron todas. Fermentaron y, al no haber madurado completamente pero al haberse concentrado los azúcares, se convirtieron en ese milagroso vino dulce que a la vez mantiene una acidez que evita el empacho, que permanece en el paladar tiempo y tiempo, y en la memoria para siempre.
Un vino pálido y levemente goloso que no se parece a ningún otro. Pero que depende, como ningún otros, de los elementos, del clima de cada año y de si la Botitys – los enemigos- deciden colaborar. Por eso no se produce todos los años y en algunas vendimias es muy escasa y en otras mas abundante, de ahí la diferencia de precio de cada añada.
Así fue como el misterio del Chateau d’Yquem se convirtió en una doble joya
En la colección histórica que ha conseguido reunir Atrio – desde la de 1806 hasta 2014- se pueden seguir meticulosamente esos altibajos. Por ejemplo, las de 1920 y 1922 cuestan en carta sólo 26.000 euros, mientras que la del 21 sale por 85.000 €.
Salen pocas botellas, pero el vino casi promete durar eternamente. No así los corchos que se deterioran con el tiempo. Para garantizar el contenido, las botellas que siguen intactas en todo el mundo regresan a la bodega, donde se reencorchan cuando es necesario.
Cuando Atrio se mudó a su preciosa localización actual en Cáceres, una de ellas, la mas antigua sufrió una mínima fisura y perdió algo de vino, apenas un par de dedales. Volvió a la bodega y, puesto que el vino era irremplazable, la solución que encontraron fue añadir dentro unas bolitas cristalinas creadas por Swarovski, de modo que el vino alcanzara en el gollete la misma altura que en todas las botellas de la colección.
Los Sauternes
Los vinos de Sauternes suponen una experiencia para cualquier aficionado, para cualquier paladar sensible. Y si bien los Yquem pueden resultar inalcanzables, hay bodegas mucho más accesibles que permiten disfrutar sus encantos y su originalidad. Ese delicado contraste de acidez y dulzor, incluso para quienes no gustan de los vinos dulces.
Vale la pena. Hoy mismo. No se lo pierdan.
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